Sostenibilidad Ambiental
Las etapas hacia la sostenibilidad ambiental y…
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992 y conocida como la Cumbre de la Tierra, marcó el primer encuentro global de numerosos países para enfrentar los desafíos ambientales vinculados al desarrollo. Durante esta cumbre, se adoptaron varios documentos esenciales:
La Agenda 21: Este documento sirve como una guía para gobiernos, ONG, instituciones y la sociedad en general hacia el desarrollo sostenible del siglo XXI. Su objetivo es fomentar un desarrollo ambiental, social y económico sostenible. Se enfoca en áreas clave como la erradicación de la pobreza, la gestión de los recursos naturales, el fortalecimiento institucional y la promoción de estilos de vida sostenibles. Un aspecto fundamental es la acción en múltiples niveles, involucrando tanto a actores locales como a políticas nacionales e internacionales. Esto ha dado lugar a la creación de la «Agenda Local 21» en diversas ciudades, integrando las preocupaciones ambientales en los procesos de toma de decisiones locales. La Agenda 21 fomenta la cooperación internacional y las alianzas, facilitando el intercambio de conocimientos y recursos entre países, especialmente entre naciones desarrolladas y en desarrollo, para reducir las desigualdades globales. Tras tres décadas, ha influido en políticas globales, aumentando la conciencia y la acción hacia la sostenibilidad. Aunque se han logrado avances, el desafío de la sostenibilidad sigue siendo vigente, y la Agenda 21 continúa orientando los temas ambientales, sociales y económicos.
Declaración de Principios para la Gestión Sostenible de los Bosques: Este documento no cumplió con las expectativas de los ambientalistas, ya que no era un tratado jurídicamente vinculante, sino un conjunto de recomendaciones voluntarias. Reconocía la soberanía de los países sobre sus bosques, pero no establecía obligaciones estrictas para su conservación y manejo sostenible. Su impacto inicial en la lucha contra la deforestación y en la promoción de la conservación global fue limitado. No obstante, sirvió como base para el desarrollo de políticas forestales nacionales y regionales en diversas naciones. Aumentó la conciencia gubernamental sobre la importancia de conservar los bosques y utilizar sus recursos de manera sostenible, influyendo también en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, especialmente el ODS 15, que busca proteger, restaurar y fomentar el uso sostenible de los ecosistemas terrestres y la gestión sostenible de los bosques.
La Convención sobre la Diversidad Biológica es un tratado internacional adoptado durante la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro. Entró en vigor el 29 de diciembre de 1993, y tiene como objetivo promover la conservación de la diversidad biológica, el uso sostenible de sus componentes y la justa y equitativa distribución de los beneficios derivados del uso de los recursos genéticos.
La Conferencia de las Partes (COP) actúa como el órgano rector de la CBD, reuniéndose regularmente para evaluar progresos, definir nuevas prioridades y aprobar planes de acción. Además, la convención ha implementado el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad en Biotecnología, el cual trata los riesgos vinculados a los organismos modificados genéticamente.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC, por sus siglas en inglés, United Nations Framework Convention on Climate Change) es un tratado internacional establecido durante la Cumbre de la Tierra en 1992 en Río de Janeiro. Entró en vigor el 21 de marzo de 1994. Su objetivo principal es estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a niveles que eviten cambios climáticos peligrosos causados por actividades humanas.
Un tratado internacional establecido el 11 de diciembre de 1997, que comenzó a regir el 16 de febrero de 2005. Su propósito fundamental es disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático. Entre los aspectos destacados del protocolo se encuentran:
El Protocolo de Kioto estableció el fundamento para futuros acuerdos climáticos internacionales, como el Acuerdo de París de 2015.
El Acuerdo de París es un tratado internacional centrado en el cambio climático, adoptado en diciembre de 2015 durante la 21ª Conferencia de las Partes (COP21) de la CMNUCC en París. Representó un logro significativo en la diplomacia climática, al ser respaldado por 195 países de manera unánime.
El objetivo central del Acuerdo de París es controlar el incremento de la temperatura global manteniéndolo muy por debajo de los 2°C en comparación con niveles preindustriales, aspirando a limitarlo aún más a 1,5°C. Este enfoque dual reconoce que restringir el aumento a 1,5°C disminuiría notablemente los riesgos e impactos del cambio climático.
El acuerdo establece responsabilidades compartidas pero diferenciadas entre las naciones, reconociendo que los países desarrollados han emitido grandes cantidades de gases de efecto invernadero durante su industrialización y, por lo tanto, deben liderar los esfuerzos para reducir emisiones. Sin embargo, también exige que los países en desarrollo trabajen para disminuir sus emisiones, recibiendo apoyo financiero y tecnológico de las naciones más ricas.
Otro eje del acuerdo es la adaptación al cambio climático. Frente al aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, es crucial que las naciones implementen estrategias para fortalecer su resiliencia. El acuerdo impulsa a los países a desarrollar planes de adaptación e integrar el riesgo climático en sus políticas y planificaciones nacionales.
Además, compromete a los países desarrollados a proporcionar 100 mil millones de dólares anuales a los países en desarrollo hasta 2020, extendiéndose esta meta hasta 2025. Este financiamiento está destinado tanto a la mitigación (reducción de emisiones) como a la adaptación (reducción de la vulnerabilidad ante impactos climáticos).
Cada cinco años, los países deben actualizar sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), que detallan sus planes para reducir emisiones. Este proceso de actualización permite aumentar gradualmente la ambición global.
En resumen, el Acuerdo de París es tanto un símbolo de esperanza como un marco práctico para acciones concretas. Representa un compromiso global para enfrentar el cambio climático por parte de todos los involucrados, con el fin de crear un futuro sostenible para las generaciones venideras. El camino es largo y desafiante, pero el Acuerdo de París ha establecido una base firme para avanzar.
En los últimos años, la crisis climática ha seguido empeorando. El 2024 se registró como el año más cálido de la historia, con temperaturas medias globales que superaron por primera vez los +1,5°C en comparación con la era preindustrial. En Italia, la temperatura media ya ha superado los +2°C respecto a los niveles preindustriales, destacando el rápido avance de la crisis climática a nivel nacional.
La situación actual del cambio climático es bastante preocupante.
La concentración de CO2 en la atmósfera ha alcanzado niveles récord de 420 partes por millón (ppm), la más alta en los últimos 14 millones de años. Esto representa un incremento del 50% respecto a los niveles preindustriales y se prevé que pueda alcanzar 600 ppm o más para finales de siglo, con graves consecuencias para el clima.
Los impactos actuales ya son visibles en muchas partes del mundo:
– Eventos climáticos extremos: incendios, inundaciones, olas de calor y tormentas más frecuentes e intensas.
– Deshielo y aumento del nivel del mar: amenaza a las comunidades costeras e insulares.
– Pérdida de biodiversidad: riesgo de extinción para muchas especies animales y vegetales.
– Impacto en la agricultura: variaciones en los patrones meteorológicos afectan la productividad agrícola, comprometiendo la seguridad alimentaria.
Política y Finanzas en los Cambios Climáticos
La política y las finanzas juegan papeles fundamentales en la lucha contra el cambio climático. Las políticas climáticas establecen las acciones que los gobiernos implementan para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los impactos del cambio climático. Por otro lado, las finanzas facilitan los recursos necesarios para llevar a cabo estas políticas. Las estrategias climáticas varían notablemente entre países. Algunas naciones, como las de la Unión Europea, han adoptado políticas audaces para reducir emisiones y fomentar la energía renovable. En contraste, países como Estados Unidos y China cuentan con políticas menos agresivas. La financiación sostenible es clave para alcanzar las metas climáticas. Las inversiones en energías renovables, eficiencia energética y tecnologías verdes requieren de capital significativo. No obstante, las finanzas tradicionales a menudo no se alinean con los objetivos climáticos, favoreciendo en su lugar a los combustibles fósiles. Además, existe el peligro del greenwashing, donde empresas afirman ser sostenibles sin realmente serlo.
¿Qué están haciendo los diferentes estados?
Si bien las declaraciones oficiales tienen su relevancia, la auténtica postura de los estados respecto al cambio climático se manifiesta en sus acciones concretas y los resultados alcanzados.
La Unión Europea ha introducido el Pacto Verde Europeo con la ambiciosa meta de ser el primer continente con cero emisiones para 2050. Las elecciones europeas de 2024 provocaron un cambio en el Parlamento Europeo, generando incertidumbre sobre el futuro del Pacto Verde. La nueva configuración del Parlamento, con una mayor representación de partidos euroescépticos y de derecha, podría frenar o modificar la implementación de las políticas climáticas promovidas por la primera Comisión von der Leyen. A pesar de estos desafíos, el Pacto Verde Europeo sigue siendo una prioridad para muchos Estados miembros y la Comisión Europea. Su éxito podría depender de compromisos y ajustes para asegurar el respaldo necesario en el nuevo contexto político. Actualmente, los países europeos ocupan en promedio el puesto 17 de 63 en el Índice de Desempeño de Cambio Climático (CCPI).
En Estados Unidos, la administración de Biden ha revitalizado políticas climáticas ambiciosas, buscando disminuir las emisiones entre un 50 y un 52% en comparación con los niveles de 2005 para el año 2030. Durante la presidencia de Trump, el país adoptó un enfoque más laxo, abandonando el Acuerdo de París y flexibilizando las regulaciones ambientales en favor de la industria de los combustibles fósiles. Además, se redujeron los fondos destinados a la investigación y desarrollo de tecnologías sostenibles y a los programas de adaptación al cambio climático. En esencia, bajo Trump, la política climática estadounidense se inclinó hacia un enfoque menos riguroso en la reducción de gases de efecto invernadero, priorizando las industrias tradicionales de combustibles fósiles. Es probable que una futura administración de Trump siga promoviendo el uso de carbón, petróleo y gas natural, disminuyendo los incentivos para las energías renovables. Estados Unidos ocupa el puesto 57 en el Climate Change Performance Index.
China se ha fijado la meta de alcanzar el pico de emisiones de CO2 antes de 2030 y lograr la neutralidad de carbono para 2060. Para cumplir con este objetivo, ha introducido una serie de medidas respaldadas por su primera ley energética, vigente desde el 1 de enero de 2025. Esta legislación se enfoca en la planificación energética, el desarrollo de mercados, y la gestión de reservas y emergencias, con el fin de impulsar un crecimiento energético sostenible y seguro, en línea con la transición ecológica del país. China lidera a nivel mundial en energía eólica y solar, con una capacidad que excede a la de todos los demás países combinados. La expansión de energías renovables es clave en la estrategia china para disminuir las emisiones de CO2. Además, China está invirtiendo significativamente en tecnologías innovadoras, como vehículos eléctricos y almacenamiento de energía, lo que no solo ayuda a reducir las emisiones, sino que también fomenta la creación de nuevos sectores económicos y empleos. Aunque el carbón continúa siendo una parte importante del mix energético chino, el gobierno está trabajando para disminuir su dependencia. Estas iniciativas evidencian que China está avanzando de manera concreta hacia la mitigación del cambio climático y la promoción de una economía sostenible. No obstante, actualmente el país ocupa solo el puesto 55 de 63 en el Índice de Desempeño del Cambio Climático.
India es el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero, después de China y Estados Unidos, debido en gran medida a su extensa población y acelerado crecimiento económico. Sin embargo, sus emisiones per cápita son notablemente más bajas en comparación con otros grandes emisores, situándose en 2,07 toneladas de CO₂ por persona en 2023. El país se ha propuesto alcanzar la neutralidad de carbono para 2070. Actualmente, las políticas se enfocan en reducir significativamente las emisiones mediante la expansión de energías renovables y el aumento de la eficiencia energética. India está invirtiendo en investigación y desarrollo de tecnologías verdes y adoptando políticas innovadoras para disminuir su dependencia de los combustibles fósiles. Se espera que la energía solar y eólica representen el 43% de la generación eléctrica para 2050. Las medidas actuales podrían reducir las emisiones en casi 4 mil millones de toneladas de CO₂ entre 2020 y 2030. El compromiso de India se refleja en su 10º puesto entre 63 en el Índice de Desempeño de Cambio Climático.
Italia: Aunque ha adoptado los objetivos de la Unión Europea, el país todavía necesita avanzar considerablemente en su desempeño climático. Actualmente, Italia ocupa el puesto 43 de 63 en el Índice de Desempeño de Cambio Climático, destacando la urgencia de intensificar sus esfuerzos para mejorar su clasificación.
Estas medidas revelan que, a pesar de los anuncios oficiales, aún queda un largo camino por recorrer para lograr las metas climáticas mundiales. La cooperación global y un compromiso sostenido son fundamentales para enfrentar la crisis climática.
Lograr las metas fijadas por los Acuerdos de París continúa siendo un desafío significativo. Estos acuerdos buscan limitar el incremento de la temperatura global a menos de 2°C respecto a los niveles preindustriales, con el objetivo ideal de restringir el aumento a 1,5°C. Sin embargo, las tendencias actuales de las emisiones globales indican que aún estamos lejos de alcanzar estos ambiciosos objetivos.